Aranceles recíprocos

Mediante un cálculo muy simplista y carente de todo rigor económico, el Gobierno de Estados Unidos ha introducido los denominados "aranceles recíprocos" para la mayoría de sus socios comerciales. Estas medidas se centran en los bienes y productos (no en los servicios), están destinadas a proteger a las industrias estadounidenses y han provocado una verdadera conmoción en los mercados financieros mundiales. Aunque la Administración Trump afirma que esta medida pretende crear unas condiciones más equitativas, estos aranceles se encuentran entre los más elevados de las últimas décadas, y recuerdan a la infame Ley Arancelaria Smoot-Hawley de 1930. Esta ley agravó la Gran Depresión al desencadenar una serie de guerras comerciales de represalia, lo que hace temer que quizá la historia se repita en esta ocasión.

Joeri de Wilde

Todos los países se enfrentan ahora a un arancel mínimo del 10 % sobre los bienes exportados a Estados Unidos, pero algunas regiones se ven más afectadas: China se enfrenta ahora a un arancel del 54 % y la Unión Europea al 20 %. Los aranceles entrarán en vigor el 9 de abril. Mientras la Unión Europea sigue madurando su respuesta, China ya ha tomado represalias con aranceles del 34 % a productos estadounidenses y prohibiciones a la exportación de minerales de tierras raras. Con cada contramedida que se adopta, aumenta el riesgo de que se produzca una guerra comercial mundial en toda regla.

Tanto para la economía mundial como para la UE, estos aranceles y las posibles represalias suponen un serio desafío para el bienestar general, ya que obstaculizarán gravemente el crecimiento económico y afectarán sobre todo a los más vulnerables, habida cuenta de la enorme dependencia que tenemos del crecimiento. Aunque en algunos casos puede ser legítimo intentar frenar el consumo excesivo de ciertos productos insostenibles, los aranceles universales nunca son buena idea. Al menos en teoría, el libre comercio podría servir (y en parte ha servido) para distribuir mejor la riqueza mundial. En cualquier caso, dada la situación actual, sería sensato que la UE redoblara sus esfuerzos en dos prioridades fundamentales: acelerar la transición sostenible y reforzar la cooperación internacional.

Impulsar la transición hacia la sostenibilidad

Los aranceles de Trump corren el riesgo de volatilizar las cadenas de suministro mundiales y aumentar los costes para las empresas europeas que dependen del mercado estadounidense. Europa es especialmente vulnerable en lo que respecta a energía, metales y minerales, como ya concluyó el informe Draghi el año pasado. Si hacemos una interpretación muy positiva de la situación actual, podríamos decir que el actual escenario constituye una oportunidad más que como un contratiempo. Si invertimos de forma más agresiva en energías renovables, economía circular y fabricación sostenible, la UE puede reducir su dependencia de la volátil dinámica comercial, al tiempo que refuerza su liderazgo mundial en tecnologías verdes. Esto limitaría, por ejemplo, la dependencia de la UE del gas licuado (GNL) estadounidense o de los metales de tierras raras procedentes de China.

El Pacto Verde Europeo y el Pacto por una Industria Limpia ya ofrecen un marco para reducir la dependencia de los combustibles fósiles y aumentar la resiliencia industrial. Sin embargo, el proteccionismo de Trump deja en evidencia la urgencia de esta transición. Si el acceso a los mercados estadounidenses se vuelve más incierto, la UE debe desarrollar unas cadenas de suministro intraeuropeas más fuertes e invertir en métodos de producción sostenibles que reduzcan los costes a largo plazo. En cualquier caso, la UE no puede llegar a ser totalmente autosuficiente, sobre todo cuando se trata de recursos críticos como los minerales de tierras raras y ciertas materias primas necesarias para las tecnologías verdes. Esta realidad hace que resulte aún más crucial la cooperación internacional en un entorno geopolítico tan turbulento como el actual.

Reforzar las alianzas mundiales

Las políticas "America First" adoptadas por Trump pueden agravar las tensiones comerciales de EE. UU. no solo con la UE, sino también con otras grandes economías, sobre todo con China. Como respuesta a ello, la UE tiene ante sí la oportunidad estratégica de reforzar las alianzas bilaterales con otros socios comerciales, como Canadá, Japón y los mercados emergentes de África y Asia. Ampliar los acuerdos comerciales y la inversión en estas regiones puede contribuir a mitigar los riesgos que plantea el proteccionismo estadounidense, al tiempo que garantiza un acceso estable a recursos esenciales. También contribuirá a aliviar el impacto de los aranceles estadounidenses para estas regiones.

Además, es fundamental que exista un mayor compromiso con instituciones multilaterales como la Organización Mundial del Comercio (OMC) y los acuerdos sobre el clima. Si Estados Unidos abandona la cooperación mundial, la UE debe llenar ese vacío de liderazgo, impulsando políticas comerciales justas y compromisos climáticos ambiciosos que alineen el desarrollo económico con la responsabilidad medioambiental. Conseguir unas cadenas de suministro estables y diversificadas a través de asociaciones mundiales será fundamental para que la transición ecológica sea viable y resiliente.

Más allá del comercio y la sostenibilidad, la cooperación internacional sigue siendo clave para mantener la estabilidad geopolítica y evitar conflictos. La UE debe reconocer que las alteraciones económicas, las crisis climáticas y las tensiones geopolíticas están interconectadas, formando un contexto de policrisis que exige soluciones globales coordinadas. Las medidas proteccionistas, si no se controlan, pueden derivar en conflictos más amplios, mientras que las alianzas estratégicas y los marcos de cooperación pueden ayudar a evitar que las tensiones económicas se conviertan en enfrentamientos militares.

Las transiciones hacia la sostenibilidad son más urgentes que nunca

Los aranceles de Trump deben servir de toque de atención para la UE. Las medidas proteccionistas amenazan la estabilidad económica, pero también ponen de relieve la necesidad de una economía europea estratégicamente más independiente y sostenible. Sin embargo, la autosuficiencia total no es realista: sigue siendo vital garantizar el suministro de los materiales esenciales y disponer de unas sólidas relaciones comerciales. Además, la cooperación internacional no se limita al comercio; es esencial para abordar la policrisis de inestabilidad económica, cambio climático y tensiones geopolíticas. Si acelera su transición ecológica y profundiza en las alianzas internacionales, la UE no solo puede contrarrestar el impacto de las políticas estadounidenses, sino que además puede erigirse en un líder mundial más fuerte y resiliente. El futuro exige actuaciones audaces, y la UE debe estar preparada para emprenderlas.