Varios estudios, como los realizados por el IPCC en 2022, recalcan las necesidades de capital para combatir el cambio climático, y estiman un déficit anual adicional de 1.000 millones de dólares, con la expectativa de que el sector privado aporte gran parte de esta suma. Sin embargo, la noción de un déficit de financiación es una ficción porque en realidad el problema no es la falta de dinero, sino su asignación en la economía real. Si el objetivo es preservar nuestro planeta, la cuestión relevante es cómo pueden transformarse las finanzas de tal forma que sus inversiones sean en una economía que respete los límites ecológicos (y sociales) y que sus decisiones estén alineadas con las fronteras de la sostenibilidad.

El debate entre sostenibilidad y finanzas se centra en tres elementos: la estructura del sector financiero, los productos y las prácticas y lo que se financia dentro de la economía real, es decir, la literatura misma del decrecimiento. Aunque existen muchos análisis y contribuciones válidas, sólo a través de la aceptación de las interconexiones y complejidades entre esos tres niveles de las finanzas se podría conseguir un sector financiero que contribuya a la transición hacia una economía que cuide verdaderamente de la Tierra.

La coordinación, que implica la colaboración transnacional y la armonización de la política monetaria, la creación de dinero y las normativas bancarias, podría fomentar un alineamiento más estrecho con los límites planetarios, aunque podría persistir cierto "deslizamiento" inevitable entre el sector financiero y las actividades económicas reales. Serían necesarias políticas potencialmente viables para que los gobiernos y los reguladores facilitaran esta coordinación a nivel macroeconómico.

Atribuir los límites de forma equitativa es un aspecto crucial para el éxito de la alineación micro-macro. En nuestra opinión, parte de esos límites podrían establecerse a través del sistema financiero, con la imposición de restricciones a la creación de dinero, al apalancamiento y, en consecuencia, a la financiación de la deuda.

Hans Stegeman es Group Director Impact and Economics

Esta columna ha sido publicada originalmente en La Voz de Galicia