¿Qué nos ha enseñado la última crisis financiera?

Hemos aprendido que es necesaria una gestión de riesgos adecuada a la complejidad de los instrumentos financieros actuales y a la interdependencia que hay entre todas las entidades. No solo es importante gestionar bien los riesgos, sino asumir que ya no hay crisis financieras locales, ya que  desde los 80 estas tienden a propagarse.

Además, hay otra enseñanza: la supervisión financiera debe reforzarse en todo el mundo.

¿También quedó claro que hace falta más transparencia?

Absolutamente. La transparencia en el funcionamiento de todas las empresas, pero desde luego en aquellas que manejan ahorro y patrimonio de las personas es muy necesaria.

Primero, para comprobar que la gestión se adecúa a la complejidad de los riesgos que se asumen y, segundo, porque es una exigencia de buen gobierno. La transparencia es la condición necesaria para que exista confianza, que en el caso de las finanzas es fundamental.

El nuevo Foro Académico de Finanzas Sostenibles se propone generar conocimiento para contribuir a un sistema financiero estable, resiliente y sostenible. ¿Cuáles son las claves para lograrlo?

El Foro nace con la vocación no solo de generar conocimiento, sino de compartirlo. En él participan entidades con perspectivas distintas y un fin común: un banco como Triodos Bank, que está cerca de la realidad financiera; académicos, que observan con anticipación y densidad intelectual los problemas a medio y largo plazo; y una compañía de consultoría y formación como es Afi, que traduce el conocimiento disponible en pautas y recomendaciones.

En cuanto a la relación entre estabilidad, resiliencia y sostenibilidad, es difícil hablar de resistencia o estabilidad del sistema financiero si no se asumen objetivos de sostenibilidad, en clave de respeto a las exigencias sociales y medioambientales. Hoy, en banca y en seguros, la sostenibilidad no se puede entender si no es asumiendo objetivos de preservación del medio ambiente, de reducción de las emisiones de CO2 y, en definitiva, de habitabilidad. Para Afi, el concepto de habitabilidad incorpora esas dos acepciones: cohesión social y respeto al medio ambiente.

Triodos Bank es pionero en España en medir la huella de CO2 de su cartera de crédito. ¿Cómo valoras esta iniciativa?

Es una iniciativa valiosa y que centrará una próxima reunión del Foro, donde la analizaremos más en detalle. Es la forma que tenemos de concretar los objetivos de estabilidad, resiliencia y sostenibilidad del sistema financiero.

La propuesta dice mucho en favor de la posición avanzada de Triodos Bank hoy por hoy respecto al resto de las entidades bancarias en Europa.

Hemos visto que, por ahora, continuará la política de bajos tipos de interés del Banco Central Europeo, inyectando dinero en el mercado de forma flexible. ¿Es un freno para que el sector financiero se vincule más a la sostenibilidad?

No debería ser así. Las entidades financieras deberían ser conscientes de la excepcionalidad que se vive en la economía mundial, sobre todo en la Eurozona, y de la justificación de la acción del BCE en una Europa que crece muy poquito, que no tiene inflación y que no reanima la inversión. Es un cuadro clínico al que deben atender las autoridades.

Lo ideal, en mi opinión, sería que la responsabilidad de abandonar ese cuadro de japonización, de estancamiento de la Eurozona, no recayera solo en el BCE, es decir, en la política monetaria. La política presupuestaria de las instituciones europeas como el Banco Europeo de Inversiones también debería cooperar. Y debería ser con una visión de medio plazo, priorizando las inversiones en la transición ecológica. Europa va a necesitar invertir todos los años, hasta 2030, 180.000 millones de euros: ¿qué mejor complemento de la política monetaria, qué mejor forma de facilitar la recuperación económica, que anticipar parte de esa inversión en colaboración con el sector privado, pero con liderazgo de las instituciones? Si la política presupuestaria fuese más activa, el protagonismo de la política monetaria excepcionalmente laxa del BCE sería menor.

Respecto al euro, ámbito en el que también eres especialista, sigue latente el debate sobre qué efecto tiene en la sociedad, si positivo o negativo.

Hay voces en el norte de Europa que piden más medidas a los países que quieran mantenerse en la moneda, por ejemplo para aumentar la productividad. En el sur, a veces se atribuye al euro efectos antisociales.

¿El euro y su impacto social dependen de su enfoque?

Sí. Tener una moneda única en Europa, un sistema de tipos de cambio que favorece el comercio y la movilidad intraeuropea, tanto de los capitales como de las personas, es objetivamente positivo. El proyecto de tener una moneda única forma parte de la aspiración razonable de ir caminando hacia una integración también política de Europa.

El problema del euro no es el euroen sí mismo. Lo son las políticas que han acompañado el mantenimiento de los países en el euro y, en ocasiones, la prioridad que se ha concedido a un concepto, muy de corto plazo, de austeridad presupuestaria que, en particular en la gestión de la crisis, llevó a que sus costes fuesen desigualmente repartidos.

Como consecuencia, los estados de ánimo de los ciudadanos en el conjunto de Europa son bien distintos. Sobre todo en el sur, en países como Italia y Grecia, la renta por habitante hoy es incluso inferior a la existente antes del euro. En otros países no ocurre lo mismo. En el caso de España, hemos tenido la fortuna de que la renta por habitante ha crecido y podemos afirmar que, para los españoles, la pertenencia al euro, a pesar de algunas políticas durante la crisis, ha sido una operación acertada.

Creo que es momento de que la Eurozona disponga de una mayor fuerza institucional a través de un presupuesto propio. También se debe generar una mayor solidaridad entre los países y utilizar, como decía, la política presupuestaria parareducir daños adicionales a los grupos de personas que, por tener menor renta, disponen de menor capacidad de defenderse.

El euro, en sí mismo, forma parte de esa pretensión que algunos tenemos de hacer más Europa, de caminar hacia ese ideal de los “Estados Unidos de Europa”.

Facebook ha anunciado la creación de una nueva moneda y, hoy, si hay un tema efervescente es el de las empresas financieras tecnológicas. ¿Tienes esperanza en que este movimiento contribuya a unas finanzas más sostenibles, o no tiene por qué ser así?

Puede contribuir, porque son ámbitos distintos, pero el ámbito tecnológico tiene que estar sujeto a una supervisión muy estricta. Emitir monedas propias es un tema muy delicado. Distinto es que haya empresas que manejen unidades de cuenta, por ejemplo a nivel interno. Pero es muy necesario que esos avances tecnológicos se sometan a esas tres exigencias que señalábamos, de estabilidad, de resiliencia del sistema y de sostenibilidad. Puede ser compatible.

Sin embargo, a veces se identifica directamente tecnológico y moderno con sostenible…

No, no es automáticamente sostenible. Insisto en que la deriva digital tiene que estar sujeta a una supervisión. Las experiencias que hemos tenido sobre algunas criptomonedas son incluso de anomalías y fraudes relevantes.

La digitalización en finanzas también tiene que ir acompañada de una alfabetización financiera y, para mí, la clave es que las autoridades no solo nacionales sino globales tienen que estar atentas a la transcendencia de estas nuevas posibilidades que, objetivamente, son positivas.

¿Qué debemos hacer para darle sentido a nuestra propia economía personal y conectarla con toda la sociedad?

Lo primero que debo tener presente como ciudadano es atender bien a los instrumentos con los que gestiono mis ahorros. Debemos ser cada vez más exigentes en cuanto a la transparencia. Es muy importante ser conscientesde con qué instituciones trabajamos, cuál es la consecuencia de una determinada inversión, de una operación de financiación…

No todos los instrumentos financieros son iguales, ni todas las decisiones y es bueno que se atienda a consideraciones de sostenibilidad, tanto de instrumentos como de instituciones.

¿Imaginas un día en el que ya no necesitaremos decir “finanzas sostenibles”, porque ese apellido formará parte de la esencia de todo el sector?

Sí, imagino un día distante, no a la vuelta de la esquina, me temo. Pero un día en el que efectivamente el cliente de servicios financieros, el ciudadano, aprenda a discriminar positivamente y que, a través de ello, la industria financiera acabe asumiendo lo que ahora aún es una excepción, los objetivos de sostenibilidad en su dimensión social y medioambiental.