Según la economista británica Kate Raworth, hace falta una mentalidad radicalmente nueva para afrontar los retos sociales y económicos del siglo XXI. En esta entrevista, comparte los mensajes claves de su teoría de la “Economía rosquilla”, que también recoge ahora la edición en castellano de su libro Economía rosquilla: 7 maneras de pensar la economía del siglo XXI.
Raworth argumenta que nuestra actividad económica debería desarrollarse en el espacio situado entre una base social y un techo ecológico. En la práctica, esto significa que todo el mundo debe tener acceso a los bienes básicos —comida, vivienda y salud— pero dentro de los medios y recursos disponibles en el planeta.
La rosquilla de su analogía es una divertida metáfora para un reto muy serio y urgente ante el que nos encontramos.
Su modelo económico tiene ya 6 años. ¿Hemos progresado en algo durante ese periodo de tiempo?
Sí, ha habido progresos. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas son un paso esencial. Estos objetivos incluyen los ecosistemas que sustentan la vida en nuestro planeta. Y están concebidos para todos los países, no solo para el Sur. Sin embargo, creo que deberíamos ser capaces de superar los límites de nuestra imaginación. La cuestión es si podemos diseñar un sistema que nos permita mejorar las cosas. Creo que esa debería ser nuestra ambición: desarrollar actividades que sean distributivas y generativas desde su origen.
¿Qué quiere decir con “distributivas desde su origen”?
Normalmente hablamos de redistribución de riqueza que ya se encuentra en manos de un grupo pequeño de personas. Esa es la esencia del modelo económico del siglo XX: redistribución de ingresos a posteriori por medio de impuestos progresivos y otros mecanismos. El concepto distributivo del siglo XXI consiste en diseñar nuestras actividades de tal forma que el valor se comparta desde el principio, en vez de redistribuir después.
Y no hablo solo de dinero, sino también de tierras, empresas y medios para generar ingresos. ¿Qué va a ocurrir con la propiedad de la tecnología, quiénes serán los propietarios de nuestros robots? ¿Qué hacemos con nuestros conocimientos? ¿No tendría sentido que las ideas innovadoras procedentes de investigación financiada con fondos públicos fueran accesibles para todo el mundo?
La esencia del reto, por tanto, consiste en reinventar la forma en que creamos valor en nuestra economía para compartirlo desde el principio. Para ello se pueden pensar formas alternativas de propiedad de las empresas, como las cooperativas. Otra forma de integrar la idea de valor compartido en el diseño es renunciar a congelar el valor en patentes y, en vez de ello, permitir que circule libremente como bien común. De este modo, las ideas circulan socialmente y los investigadores pueden usarlas y ampliarlas. Otra manera más sería trabajar con monedas locales que conectan y empoderan nuevas iniciativas.
¿Qué es una economía generativa?
Ha llegado a parecernos normal que una empresa concentre sus esfuerzos en generar un único tipo de valor: beneficio financiero con el que, además, se quedan la propia empresa y sus accionistas. Esa es en gran medida la mentalidad del siglo XX: ¿cuánto dinero puedo sacar de mi aventura empresarial? Este modelo se podría describir como una economía extractiva, una sobreexplotación que extrae recursos valiosos de la comunidad.
El modelo generativo del siglo XXI parte de una idea diferente. La cuestión ahora es: ¿cuántos tipos de valor puedo integrar en el diseño de mi empresa para asegurar la devolución de valor a la sociedad y el medio ambiente?
Como empresa, ¿por qué trabajar únicamente para reducir tu impacto negativo en el medio ambiente, si con el mismo esfuerzo puedes generar un impacto positivo? En vez de limitarte a reducir la emisión de gases de efecto invernadero, genera energía renovable y compártela con tu entorno. Lo mismo se puede aplicar al ámbito social, donde las empresas podrían contribuir activamente al bienestar de sus barrios o comunidades.
¿Qué papel debe tener el mundo financiero?
Esa es la pregunta del millón de dólares. En primer lugar debemos investigar cómo captar dinero de una forma adecuada para el siglo XXI, lo cual nos lleva a los bancos éticos, al dinero con paciencia, y en un primer momento incluso a la filantropía, para que las cosas echen a rodar. Este tipo de bancos son fuentes importantes de dinero por un cambio, porque sus valores están en línea con las empresas a las que apoyan.
En la industria financiera del siglo XX podíamos contribuir a través de nuestros fondos de pensiones. ¿No podríamos reestructurar los fondos para que estén más orientados al valor? ¿No podríamos facilitar a la gente el cambio a fondos de pensiones éticos? Además de esto, obviamente, hace falta una legislación más clara. Pero yo me centro principalmente en encontrar nuevas formas de financiación adecuadas para las empresas del siglo XXI.
Y ahí es donde aparece Triodos Bank. El banco presta atención a estas nuevas formas de iniciativa empresarial, que son esenciales para el futuro. Triodos Bank utiliza el dinero de forma consciente como herramienta para generar cambios positivos en el ámbito de la sociedad, la ecología y la cultura. Me parece un excelente ejemplo de empresa con un objetivo dinámico orientado a empresas distributivas y generativas, cuyos valores van más allá del beneficio financiero que permanece en la compañía.
KATE RAWORTH
POR UN NUEVO MODELO ECONÓMICO
La economista Kate Raworth se ha centrado en promover un cambio de mentalidad para hacer frente a los retos sociales y ecológicos del siglo XXI.
Raworth es investigadora sénior en el Instituto de Cambio Medioambiental de la Universidad de Oxford, donde imparte el Máster de Cambio y Gestión Medioambiental. También es asociada sénior del Instituto Cambridge para el Liderazgo en Sostenibilidad. A nivel personal, es cliente de Triodos Bank.
Adaptación de un artículo de Dirk Holemans, director de Oikos (Bélgica).
¡Muchas gracias por tu comentario!
Por favor, confirma tu comentario haciendo clic en el enlace del e-mail que has recibido.