En el imaginario colectivo, la tecnología suele ser sinónimo de dispositivos sofisticados, aires futuristas y ruptura con los conocimientos tradicionales. Pensamos más en high-tech o tecnología punta. Pero desde ámbitos tan dispares como la construcción sostenible o la agricultura ecológica se abre paso otra tecnología que bebe a la vez de innovación y tradición y se centra en aportar valor social. De ahí que muchos la denominan como low-tech.

Por qué low-tech

Monica Alcindor
Mònica Alcindor ha explorado las posibilidades del bambú en lugares con riesgo de terremoto (imagen: UPC)

“El actual sistema económico solo procura conseguir el máximo beneficio económico. Nosotros proponemos ir más allá, para intentar ser respetuosos con el entorno natural y social”, asegura Mònica Alcindor.

La arquitecta y profesora en la Universitat Politècnica de Catalunya reivindica esta concepción alternativa de la tecnología en su disciplina.

“Si hacemos un repaso de la historia de la arquitectura, puede parecer que se ha hecho tabla rasa para ignorar todo el conocimiento que se ha ido acumulando a lo largo de los siglos”.

Como ejemplo cita el caso de Haití, donde durante años se han ignorado materiales disponibles a nivel local y resistentes a los seismos, por su poco prestigio, importando otros menos adaptados a estas situaciones, como el hormigón. Alcindor ha profundizado en la adecuación de técnicas tradicionales locales y el uso de materiales como el bambú, que destaca por su flexibilidad.

Tres principios del low-tech

  1. Potenciar el uso de materiales locales
  2. Adaptar técnicas tradicionales, en ocasiones en desuso
  3. Lograr que dichas técnicas estén al alcance de todo el mundo
low tech SATT
Reconversión de antiguo palomar en vivienda rural (imagen SATT Ecoarquitectura)

Más cerca nuestro, en estos principios se basa también un antiguo palomar en la provincia de Segovia que ha convertido en vivienda ruralSATT Ecoarquitectura.

Álvaro Guerrero, socio de este despacho especialista en construcción sostenible y que cuenta con financiación de Triodos Bank, explica que en su web cómo han intentado “conjugar en esta casa el lenguaje y la técnica modernos con la tradición constructiva de los muros de barro (…) Esto es lo que nosotros entendemos por low-tech, una forma de diseñar contando con un presupuesto muy reducido y con materiales de bajo impacto”, explica.

Tecnología humilde y eficaz contra el hambre

En Las cosechas del futuro, documental de la cadena cultural europea ARTE sobre cómo alimentar a una población mundial creciente no se habla, pese a su título, de transgénicos o de otros desarrollos asociados últimas tecnologías.

Su autora, Marie-Monique Robin, recorre el mundo en busca de ejemplos de agricultura ecológica y sostenible que suman raíz tradicional y conocimientos modernos para aportar mayor productividad que otras soluciones vinculadas con el uso de químicos.

Casos como la plantación de origen milenario de la milpa en México, un cultivo simultáneo en el mismo espacio de maíz, frijoles y calabaza, que captan nutrientes distintos del suelo y permiten aumentar la productividad sin usar plaguicidas u otras substancias, aparecen como ejemplo de esta vía. Una forma distinta de ver la tecnología agrícola que promueven de forma oficial instituciones como la FAO para combatir la incidencia del hambre en el mundo.

En el trabajo de Robin, se detallan también sistemas como el Push-Pull, por el que los cultivos del maíz se acompañan de la implantación de especies vegetales antes consideradas malas hierbas y que ahora repelen a insectos como las polillas, junto a otras plantas que las atraen y evitan de forma natural la proliferación de sus larvas.

En lo referente a agricultura ecológica esta “entronca en la de nuestros abuelos, pero incorpora los conocimientos científicos modernos”, explica Ricardo Colmenares, experto en este ámbito y director de la Fundación Triodos.

El valor de lo sencillo

Una institución del desarrollo tecnológico como el Massachussets Institute of Technology (MIT) reivindica también el valor de lo sencillo a través de su grupo de investigación Hi-Low Tech. Este busca “integrar materiales, procesos y culturas high y low-tech (…) desarrollando herramientas que democraticen la ingeniería”.  Sus investigadoras “exploran la interrelación entre computación, materiales físicos, artesanía y diseño”.

Finalmente, con tecnología sencilla, sofisticada o la suma de ambas, ¿no es lo que importa su valor final para la sociedad?