En plena incertidumbre política global, el cambio climático no ha sido nunca tan relevante para la vida humana y el planeta. Tras la entrada en vigor del Acuerdo del Clima de París, el autor explica cómo cree que deberíamos concretarlo.

Tras las elecciones presidenciales en Estados Unidos, muchos inversores, gobiernos, entidades y particulares se están preguntando sobre sus implicaciones para la lucha contra el cambio climático y sus efectos.

Durante la campaña electoral, el presidente electo Donald Trump ha apoyado abiertamente la industria de los combustibles fósiles y cuestionado el cambio climático. También ha afirmado que retirará el apoyo prestado por EE.UU al Acuerdo del Clima de París.

La aplicación real o no de este planteamiento genera incertidumbre. La buena noticia es, sin embargo, que una mayoría de gobiernos y de la sociedad comparten un mismo valor común: defender el acuerdo. Pero, juntos, no podemos dejar de preguntarnos: “Y ahora, ¿qué?”.

No dejar de avanzar contra el cambio climático

El Acuerdo del Clima de París logró ser ratificado antes de lo inicialmente previsto, el pasado 4 de noviembre. Y el día 7 la comunidad internacional se citó en Marrakech para discutir su aplicación.

Ahora afrontamos la tarea de no perder este impulso. En París, nuestros líderes mostraron su compromiso para mitigar el cambio climático y consiguieron un hito histórico al firmar un acuerdo climático que, por primera vez, lograba el apoyo de todos los países.

Una mayoría de gobiernos y de la sociedad comparten un mismo valor común: defender el acuerdo de París

Evitar que la temperatura global aumente 2 grados -y sus graves consecuencias sociales y ambientales- requerirá mucho más que un acuerdo de consenso internacional. Los recortes en las emisiones contaminantes acordados las reducirán a 53 gigatoneladas de CO₂ por año hasta 2030. Pero, según la comunidad científica, para limitar realmente el incremento de temperaturas mencionado las emisiones necesitarían no superar las 42 gigatoneladas hacia la misma fecha.

En 2016, McKinsey publicó un informe que definió los beneficios económicos de alcanzar los objetivos de reducción de emisiones. La clave para asegurar el éxito, también económico, es seguir un plan global a largo plazo que incluya la creación de empleo y la reducción de costes. Haciéndolo conseguiremos, por ejemplo, invertir menos en instalaciones que más adelante tendrán que ser reemplazadas por tecnologías de baja emisión.

Los inversores urgen a las empresas privadas a avanzar hacia los objetivos de París. En este sentido, compañías como Siemens y Toyota Motors han acelerado sus esfuerzos en descarbonización y se están preparando para una nueva economía baja en carbono. Representantes de estas compañías reclaman planes a largo plazo a nuestros gobiernos, con la intención de trabajar con el sector público.

La clave para asegurar el éxito: seguir un plan a largo plazo que incluya la creación de empleo y la reducción de costes por inversión en tecnologías no sostenibles

Además de la necesidad medioambiental, las compañías e inversores también están empezando a ver las oportunidades vinculadas a la reducción de emisiones de CO₂ mediante una transición a energías renovables.

Presión activada en países como Francia

Los países que lideren la aplicación del acuerdo de París desde la administración pública y apoyando al sector privado obtendrán, probablemente, los mayores beneficios. Aplicar medidas de mercado puede ayudarnos a responder a los desafíos ambientales a la vez que se acelera el desarrollo de las tecnologías disponibles y se impulsan nuevos enfoques.

El aspecto más crítico para limitar las emisiones es un precio realista del carbono. Un precio que transfiera el coste del daño medioambiental producido a las empresas o industrias responsables de las emisiones, mediante mediante una tasa o un sistema de comercio y derechos de emisión.

Recientemente, Francia ha anunciado un avance unilateral: establecerá un precio suelo para las emisiones de CO₂ de aproximadamente 30 euros por tonelada. Solo es un primer paso, pero envía una señal importante a los mercados para que adviertan la posible dirección que pueden tomar más gobiernos y prevean pasos futuros.

El liderazgo de Triodos Bank en renovables

Ya no hay duda de cuándo tendrá lugar la transición energética. Está ocurriendo, pero tanto los gobiernos como el sector privado tienen que ir más allá. Cada país no tiene que esperar al resto para facilitar la innovación y el crecimiento a través de las renovables. Tampoco las empresas deben esperar a la concreción de políticas en pro del clima por parte de los gobiernos, sino asumir compromisos propios y relevantes.

Ya no hay duda de cuándo tendrá lugar la transición energética: está ocurriendo

Mientras prosiguen las negociaciones internacionales y esperamos apoyo y planes concretos de nuestros representantes públicos, todos podemos aportar algo a nivel local. Los inversores y accionistas pueden seguir añadiendo presión a las empresas e invirtiendo con un impacto positivo.

En energía, Triodos Bank solo financia renovables. Lo hace desde 1986. Y, en 2015, de acuerdo con un trabajo de Clean Energy Pipeline, fue el mayor inversor en el sector en cuanto a número de acuerdos alcanzados, con 57, que representan más de 300 millones de euros en Europa. Tan solo somos un ejemplo más del nivel de inversión actual en el sector, para el que 2015 fue un año récord.

Todos podemos aportar algo a nivel local. Los accionistas pueden seguir añadiendo presión

Sin duda, los resultados de las elecciones estadounidenses complican los esfuerzos mundiales frente al cambio climático y hacen crecer las dudas. Pero no reducen la urgencia global, ni detienen al sector privado de su compromiso con los objetivos. La inversión en tecnología renovable necesita continuar y, ahora que la transición energética global ha dejado la estación de salida, el tren ya no se puede parar.

+ Cómo invertir con impacto positivo frente al cambio climático

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