Todo empezó cuando un chico con discapacidad pidió un autógrafo a Fernando Giner, entonces futbolista de Primera División.

De ello surgió una larga reflexión, hecha realidad ya como presidente de la Asociación Española de Futbolistas Internacionales (AEdFI). ¿Por qué no se va a poder jugar a fútbol en silla de ruedas, si ya se hace en tantos otros deportes? 

Así se juega a A-Ball, nacido de unos primeros bocetos del exfutbolista y presentado internacionalmente en Las Rozas, Madrid, el 3 de octubre por la Real Federación Española de Fútbol (RFEF).

Balón en juego a nivel profesional

El A-Ball recibe su nombre del inglés “able”, es decir, capaz. Para practicarlo, los jugadores utilizan una silla de ruedas con un mecanismo en la parte frontal que se activa con las manos: dos palas que sustituyen las acciones que se realizarían con los pies, como el control, pase y golpeo y que permite orientar e impulsar el balón con la fuerza deseada.

El deporte cuenta con jugadores federados y, tras el reconocimiento de la RFEF, tiene como próxima gran meta su inclusión como deporte paralímpico.

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Deporte nacido del trabajo en equipo

El impulso inicial de Giner se materializó tras contactar con Ortoprono. Esta firma valenciana del sector de la ortopedia creó la silla adaptada, inédita a nivel mundial, que utilizan los jugadores de A-Ball.

Secuencia de disparo en A-Ball

De este equipo también forma parte Triodos Bank, que ha otorgado crédito para el diseño y fabricación de la silla. La entidad de banca ética incluye en su política de financiación con criterios sociales el apoyo a las personas con discapacidad y el fomento del deporte, por su valor social y cultural.

En el caso del nuevo deporte, como señalan desde la Asociación para el Fomento del A-Ball en España (AFAE), el juego “promueve el desarrollo de valores e integración social, además de la independencia y seguridad de personas con movilidad reducida y deseosas de practicar el deporte rey en España”.

¿Jugamos juntos?

Los promotores del A-Ball destacan su valor como deporte inclusivo, es decir, que pueden practicar juntas personas con y sin discapacidad. En este sentido, este deporte se une a la diversidad de los que ya lo permiten.

Otro ejemplo es el pádel inclusivo, que también promueve Ortoprono a través de un torneo en Valencia, y que “contribuye a una mayor integración social de las personas con discapacidad”.

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