En 1976 se produjo un acto de justicia poética, al menos en lo que a reconocer la virtud se refiere. Ese año se entregó el primer Premio Cervantes, galardón que pronto se convertiría en el más importante de las letras en castellano. Y el jurado se lo otorgó a Jorge Guillén, poeta vallisoletano en el exilio. El autor lo recogió el 23 de abril de 1977 y poco tiempo después volvió de Estados Unidos para instalarse definitivamente en Málaga.

En su discurso, reflexionó: “Así vivimos: entre las furias de los negocios y las furias de los poderes. Sin embargo, en la sociedad actual se mantienen todavía instituciones generosas que prestan atención a este precario resto: ciencias, artes, espiritualidad”.

Y no parece que hayan cambiado mucho las cosas. Los negocios y poderes siguen ahí, pero también las “instituciones generosas” como la Fundación Jorge Guillén. Esta entidad cultural, que ha recibido financiación de Triodos Bank, “cuida, edita y da esplendor” a su obra (gracias, RAE, por la inspiración).

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Conservar el arte, no solo el de Guillén

Anticipándose a su creación, el autor hizo patente su deseo de que no se convirtiera en una entidad “guillenocéntrica”, según el término que utilizó. Y ese concepto se tradujo en el estudio y conservación de los escritos de 32 autores y autoras, muchos de ellos de Castilla y León pero con incorporaciones de otras comunidades autónomas. “Hemos pretendido crear un fondo documental importante de la literatura española de los siglos XX y XXI”, aclara Pilar Alonso, su gerente.

Su sede ocupa una casa de los años 20 en una antigua zona industrial de Valladolid. En el pasado, el edificio, junto a su gemelo, acogió a los ingenieros que trabajaban en la azucarera que los flanquea, hoy abandonada a la espera de su probable transformación en viviendas o, con suerte, una segunda y creativa vida.

Estalló entonces el acontecimiento después de cuarenta años implacables, a los cuarenta en punto de la Historia. El exilio voluntario había concluido.
Jorge Guillén

 

El contexto de una obra

En sus dos pisos y el sótano, que hace la función de archivo, la literatura se cuela por todos los poros del visitante. También el conocimiento sobre los escritores que aquí se estudian, sobre todo del vallisoletano a la que está consagrada la fundación. “Hemos publicado o colaborado con publicaciones de obras completas, pero yo creo que son importantes todas las ediciones que hemos hecho de las cartas”, destaca Alonso. “En principio las cartas no están planteadas para su publicación. Sin embargo, ofrecen un conocimiento muy profundo del verdadero poeta, tanto de su vertiente humana como profesional”. Las que escribió a su primera esposa, Germaine (disponibles en la editorial Galaxia Gutenberg), están repletas de intimidad, pero también de reflexiones literarias. De las dirigidas a su amigo y ensayista Américo Castro, muy numerosas, también rezuman intelectualidad y cuestiones vitales. En todo caso, misivas hay muchas: Guillén se propuso responder todas las que recibió.

¿Qué se extrae de ellas? Valoraciones que coinciden con lo que explicó su hija Teresa en una entrevista: no fue un hombre “volcado en lo social” pero sí respetaba la amistad: “Amigos, el resto selva”, llegó a escribir él. Amó a su primera esposa Germaine, que falleció en 1947, y a su segunda, Irene Mochi-Sismondi. También mostró su pasión por la cultura, la filosofía y la cotidianidad. Hoy, en lenguaje moderno, sería considerado un fan de clásicos como Gonzalo de Berceo, Góngora y Gustavo Adolfo Bécquer, algo en lo que coincidió con sus compañeros de la Generación de 27 (se considera un encuentro sobre Góngora su momento “fundacional”). Y mantuvo muy buena relación con referentes como Pedro Salinas, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Federico García Lorca, el ya nombrado Américo Castro y Juan Ramón Jiménez. Y aunque con este último la amistad se enfrió, el Nobel de Literatura lo definió como “el primer poeta científico” por su intelectualidad y su pureza poética.

Cuanto más conoce el lector al autor, más apreciará una poesía que, según apunta Alonso, “ha ido ganando importancia dentro de un grupo tan exuberante poéticamente como es el del 27. Precisamente por su claridad y por cómo supo aunar poesía y prosa, en donde desarrolla todas sus reflexiones poéticas”. También comprenderá mejor la vigencia de su obra en la actualidad. “La poesía tiene siempre, siempre, una función social. Siempre me dirijo a un lector. Hay un prejuicio de que la poesía es cosa delicada, íntima, independiente, de sentimiento. Pero todo lo que puede ser social es poesía desde que existe en griego la palabra sátira”, compartió en su día el autor.

La gerente de la Fundación Jorge Guillén aporta también un relato que el escritor hizo de 1921 cuando el año todavía daba sus primeros pasos aturdido aún por los efectos devastadores de la I Guerra Mundial. “En los inicios de 2019, con todo lo que ha pasado, yo creo que podría aplicarse perfectamente”, valora. Este es un extracto:

“El año recién nacido, han contado las comadronas que han asistido a un alumbramiento, no ha saludado al mundo con esos vagos lloros pesimistas de todas las criaturas que empiezan a vivir ejerciendo de profetas con un tino nunca quizás superado en sus futuras gestas conscientes. 1921 ha nacido sin música de gimoteos porque toda música, hasta la del llanto, es ventura dulcísima. Y este desventurado 1921 no goza de ningún dulzor. Sus ojos no ven. La sordera levanta en torno suyo una muralla sin postigos. Se adivina que cojeará con ese descoyuntamiento tan desacompasado que no mueve a piedad sino a risa infantil, a risa sin remordimientos. Dolores agudísimos le punzan tantos órganos y vísceras que también sufre de veras en las restantes. Todo su ser es dolor y la diversidad de su vida es una diversidad de dolores. ¡Desventurado 1921! Es un hijo de la guerra. Engendrado en sus entrañas violadas encarnará fatalmente la enfermedad, la miseria, la injusticia. Hijo de mala madre, el arroyo abyecto le servirá de escuela, y todas las penalidades serán pasto de su cinismo”.

 

Y la responsable añade otra lectura sobre cómo ha pasado el tiempo por la obra de Guillén. “Quizás las cualidades que siempre han atribuido a su poesía, integral y pura, libre de artificios, resultan ahora valores artísticos para marcar las fronteras entre lo que es arte y lo que no”.

Cómo se financia una fundación

Fundaciones como la nuestra son difíciles de financiar. El patrimonio artístico está mejor considerado. Si se te estropea un cuadro o se te cae una bóveda de una catedral o el arco de una iglesia, todo el mundo se echa las manos a la cabeza y dice ‘horror, vamos a intentar solucionarlo’. Cuando se pierde un manuscrito no se suele reaccionar así, y estás perdiendo algo irremplazable y una parte de la cultura”. Para Alonso, hacérselo ver a las instituciones o al mundo privado es “tremendamente complicado”, y a esta concepción del patrimonio se le une “la ley de Mecenazgo que tenemos, que incluye unas deducciones fiscales por invertir en cultura mínimas en comparación con Francia, Estados Unidos o Alemania”.

Nota del autor:

Soy Víctor Regidor, periodista vallisoletano y miembro del equipo de Comunicación de Triodos Bank. Quiero agradecer a las siguientes personas su generosidad y dedicación para preparar este artículo, también su cálida acogida en la sede de la fundación y el diálogo generado en torno a la figura de Jorge Guillén:

Pilar Alonso
Carlos Martín Aires
Marta Valsero
Luis Enrique Valdés (recita el poema)

Castillo de Montealegre

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