Últimamente, si algo ha inflamado el ánimo de muchas personas es la elevada remuneración de algunos directivos del sector bancario, enriquecida con bonus por objetivos. He hablado antes de estos incentivos, de lo innecesarios y hasta contraproducentes que me parecen y de porqué Triodos Bank decidió descartarlos. También me ha tocado ver, hace años, como algunos compañeros del sector tomaban demasiadas decisiones al calor de una prima personal, no por pensar que fuesen acertadas o seguras para sus entidades.

Pero igual que mucha gente está en contra de este tipo de premios económicos, otros son sus fervientes defensores. Para todos, me parece interesante la historia que leí hace unos días en un periódico sobre el hombre que no quería ganar más dinero.

Cuando tener dinero es un problema

Sin duda, cuando hablamos de esta persona, este escritor, no lo estamos haciendo precisamente de alguien que se caracterizase por ser poco trabajador o que no desempeñase su labor con gran calidad.

Gustos literarios y políticos aparte, Josep Pla ha sido reconocido como uno de los mejores escritores contemporáneos en lengua catalana. Sin embargo, la posibilidad de ganarse muy bien la vida no era lo que le motivaba para escribir bien. Al menos, es lo que se deduce de esta anécdota.

Pla recibió una suculenta oferta económica para colaborar con la prestigiosa revista estadounidense Saturday Evening Post. Cuentan que era una de esas que se suelen llamar “irrechazables”, aunque personalmente quiero pensar que, en esta vida, siempre nos queda la opción de decir “no”. El escritor declinó la proposición, pero lo mejor de todo fue la razón con la que formuló su respuesta: con tanto dinero, solo conseguiría que se me descuadrase el presupuesto.

Se puede decir que era afortunado por poder renunciar a un trabajo, pero sobre todo suena bastante pintoresco que no desease más dinero. ¿Un caso único?

No creo que deba serlo. Por muy buen escritor que fuese, al fin y al cabo Pla no era de otro planeta. Más bien pienso que, si no dejamos de lado la naturaleza humana como se hace tantas veces, nos encontramos con que para las personas hay muchas otras cosas de valor en nuestra vida aparte del dinero. Algo que también demuestran los miles de clientes de Triodos Bank que donan intereses de sus cuentas a ONG, como informaba hace unos días el banco. Es solo un ejemplo más de que el dinero no lo es todo, pero me hace sentir especialmente bien.

Es obvio que una suma mínima de dinero resulta indispensable para vivir, no seré tan ingenuo como para negarlo; de hecho resulta insostenible e intolerable que tantas personas no lleguen a esa suma, en nuestro país y, sobre todo, en el conjunto del mundo. Además, es deseable que los salarios sean decentes, porque me parece más importante saber cómo se obtienen, haciendo qué.

Pero hoy también tengo ganas de decir, con toda franqueza, que no me pondría en el lugar de algunas personas vistas como extremadamente afortunadas, porque tienen mucho dinero. Y lo digo porque he conocido a muchas personas dominadas por el dinero, y me daba la sensación de que era este el que tenía a la persona y no al revés. Frente a ello, creo que el mejor antídoto es la donación, un acto de generosidad, el ejercicio de dar aquello que no necesitamos y que cambiaría la vida de muchas personas. No es algo nuevo, recordemos el diezmo que proponían algunas religiones, dar el 10% de lo que uno gana, o la vieja reclamación de destinar el 0,7% del PIB a la ayuda al desarrollo. Sí, ya lo sé, es un gran reto y es muy difícil, pero os invito a pensar en ello, porque si esta idea se contagiara, el mundo cambiaría en muy poco tiempo.